Publicado el por en Judicial, Salud y bienestar.

Aquellas miradas indiscretas tan frecuentes en los baños públicos de hombres pueden tener las horas contadas en Colombia. Esto gracias a un proyecto de ley que establece fuertes sanciones a los mirones.

La iniciativa, radicada por el Ministerio de Salud y que ya fue aprobada en segundo debate en Cámara de Representantes, tiene triple fin. “Uno, sumarnos a la lucha contra el acoso sexual. Esta, aunque sutil y socialmente aceptada, es una modalidad muy extendida que hay que desterrar ya, sobre todo si queremos entrar a la Ocde. Tú vas a un baño en Londres, y todo el mundo está en lo suyo, en evacuar rápido para ser más eficientes y hacer más dinámica la economía, generar riqueza, impulsar el progreso. Chisguete, sacudida, un dos tres y sale, nadie se pone con miradas comparativas o escuchas de torrente que definitivamente no vienen al caso”, asegura Samuel Piedrahíta funcionario del Ministerio a quien el ministro, Alejandro Gaviria, le comisionó directamente el tema al ser un asunto que desvela al Presidente.

“Más que de los abusos de los taxistas o incluso de los embates de los raponeros de lo que más se nos están quejando los gringos que vienen es de lo, perdóname la expresión, ‘sapos’ que son los colombianos cuando les tocan de vecinos de micción”, afirma, por su parte,  Támara de la Espriella Dangond, de la oficina de buenas costumbres de Procolombia.

“Dos, está el tema de la felicidad. Mira: a este gobierno le preocupa mucho que ahora seamos el segundo país más feliz del mundo, no el primero como con Uribe,  y nuestros estudios internos apuntan a que en esto mucho tiene que ver la insatisfacción creciente de varones con su anatomía por cuenta de este espacio, cotidiano e indebido, de comparación”, complementa Piedrahíta. «Es que así como uno solo puede ser feliz por comparación, lo mismo pasa con ser infeliz».

La tercera razón sería de índole sanitario. Al parecer es cada vez más lo que le cuesta al sistema atender infecciones en la genitalia de los hombres que, apenados, prefieren acudir a las cabinas de inodoros y, ya entrados en gastos y a sabiendas de que nadie los mira, simulan, dicho coloquialmente, “hacer del número dos”, cuando en realidad solo están en búsqueda de una orinada apacible, libre de miradas indiscretas.

El problema aquí es que el contacto del miembro con el porcelanato abre una ventana de riesgo de contraer infecciones urinarias calificada de “colosal” por más de cinco expertos consultados. “Y bueno, suma que se meten es a darle al whatsapp y a quién sabe qué más y se quedan horas, y eso claro que nos afecta la productividad”.

De acuerdo con el texto del proyecto, será obligatoria la instalación en todos los orinales del país de un botón de pánico que podrá accionar el individuo en situación de orinante cada vez que sienta que sobre sus vergüenzas caen miradas intrusivas. Entonces deberá entrar a operar un comité de convivencia sanitaria. Para el caso de los baños públicos, será un auxiliar bachiller de la Policía debidamente capacitado el que acuda.

Sea el comité o el joven auxiliar, lo siguiente será entrar a evaluar el grado de dolo de la fisgoneada. En caso de encontrar a su autor culpable se le hará una amonestación verbal. A la primera reincidencia se busca que un centro de control envíe una descarga eléctrica moderada que ascienda por la vía urinaria. De presentarse una segunda reincidencia vendrá una detención preventiva de 72 horas en una UPJ y la obligación de realizar trabajo comunitario consistente en la instalación de barreras visuales entre estos lugares de micción en el marco de la campaña «Orinales seguros».

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