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El caso de Marcos Carrasco  es todo un campanazo de alerta para aquellos, especialmente los jóvenes, que a diario reniegan de las cadenas de oración, memes sin gracia, advertencias provenientes de México sobre nuevas y delirantes modalidades de robo, además de los infaltables mensajes de autosuperación «que te ponen a pensar» que les llegan a través del chat de Whatsapp de sus familias.

De veinte años y estudiante de administración de empresas, Carrasco decidió el pasado jueves armarse de valor y abandonar el grupo «Los Carrasco-Mogollón», conformado por los integrantes de su familia paterna. «Una montonera de gente, porque mi abuela era paisa y tuvo 13 hijos», según afirma a AP.

Lo hizo a sabiendas de que sería objeto de sentidas reprimendas por parte de sus tías por no contribuir a la unión familiar. «Valor que hay que defender más en estos tiempos de degradación moral, de acecho del castrochavismo que no quiere ver familias unidas y felices», como con frecuencia le repetían su tías, pertenecientes todas a las milicias elegantes del Centro Democrático. Aunque se salió a las 2 de la madrugada para evitar ser descubierto, fue el tema del grupo en Whatsapp por varios días.

Con lo que no contaba es que además de dichos comentarios y miradas de desaprobación en las visitas, su abuelo le notificó que a partir de la fecha quedaba oficialmente sin derecho alguno a gozar de la herencia que este dejará al fallecer.

«Qué creyó, ¿que hacer parte de la familia era solo gozar de lo bueno? No, señorito, si quiere que le toque algo de la herencia tiene que ser buen miembro de familia y estar pendiente de todo lo que sus tías tienen para compartirle así le parezca aburrido y pasado de moda como todo a los jóvenes de ahora que ya no respetan a sus mayores. Mire: es un desaire muy tremendo, una ofensa imperdonable. Como patear la mesa en una comida familiar. Se creyó de mejor familia, listo, entonces búsquese otra donde si le den herencia a los que se salen del grupo de Whatsapp a ver si  es tan verraco y la encuentra», afirmó, furioso, don Isaías Carrasco, de 90 años, dedicado al comercio de autopartes y patriarca del clan.

De nada sirvió que le rogara a su tía Fanny, la entregada de la sección de chistes verdes del chat, que lo volviera a agregar. El abuelo es el único administrador.

Arrepentido, Carrasco tiene planeado matricularse en unas clases emoji-español, para mejorar el nivel de comunicación con sus parientes además de comprar un equipo con el doble de capacidad para poder almacenar todas las fotos y videos que cada minuto llegan a su dispositivo por esta vía. Dos acciones con las que espera reparar el agravio y convencer a don Isaías quien, no obstante su edad, maneja la tecnología con la destreza de un millenial, de reintegrarlo al chat y al seno de la familia.

 

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