Publicado el por en Farándula, Salud y bienestar, Tendencias.

No hay día en que los jóvenes alternativos no sorprendan con algo nuevo en su estilo de vida. Esta vez se trata de sal de lágrima humana como nuevo ingrediente en su alimentación. Una moda que, como todas, comenzó hace unos meses en Brooklyn, ‘meca’ de la juventud en situación de hipsteridad y que ya toca las puertas de distintos enclaves regionales.

«No sé si sabías pero la glándula pineal, nuestro tercer ojo, emite solo al nacer y al morir una sustancia, la DiMetilTriptamina. El responsable de que cada vez se obstruya más es el flúor que en el club de Bildelberg decidieron echarle a la sal a comienzos del siglo XX.  Así mataron dos pájaros de un tiro: nos dejaron como tuertos místicos, es decir, con el tercer ojo tapado, y nos negaron abusivamente nuestro derecho fundamental a la DMT. Es una manera sutil pero muy efectiva de ejercer dominación mundial», explica Lola Urrutia, vocal del capítulo Soledad-Macarena de la Asociación Come Naturis.

“Nosotros como hipsters sabemos que la sal es parte fundamental de una buena dieta. No nos digamos mentiras, la quinua y la moringa solitas no es que sepan muy bien. Por eso nos preocupamos muchísimo por conseguir sales que sean orgánicas, que nos nos cieguen frente a la realidad mundial y que vengan de lugares que nos conecten con el gran espíritu, como la sal del Himalaya. Pero cada vez es más difícil conseguirla porque con este dólar tan alto es imposible viajar a China y gas la sal que viene en containers. Entonces nos pusimos a investigar nuevas alternativas”.

Urrutia, con lágrimas en los ojos que posteriormente, desde luego, procedió a secar al sol, afirma que los jóvenes en situación de hipsteridad atravesaron una aguda crisis con la debacle de la sal del Himalaya y que también comenzaron a dudar de la sal marina dada la alta concentración de mercurio que se registra en los oceános. Por eso tuvieron que recurrir a su cuerpo terrenal para salar los exquisitos manjares que consumen como las almojábanas de cubio o  tofu envuelto en endivias.

«Yo y todos mis amigos lloramos mucho. Con un amanecer, con el canto de un pájaro, con un SITP que llega a tiempo, con el anuncio del nuevo line up de un festival de música: entonces es fácil. Ahora cada mañana dedico unos minutos a pensar en los niños alimentados con glúten, en los millones de moléculas de oxígeno asesinadas por pulmones cada segundo en el planeta, en que todavía no hay una empresa de moda sostenible que haga camisetas lindas. Luego derramo las lágrimas, las pongo un rato al sol y listo, tengo la sal para el huevo de gallina de luz», explica.

Sin embargo, las lágrimas de humano no son las únicas que pueden condensarse en esta valiosa sal. Las lágrimas de gato se han convertido en un gran manjar para esta comunidad dada su escasez.  «No hay nada como un muffin vegano de piñones sazonado con lágrimas de gatico. A Fortunato le cuento historias atroces de gaticos obligados a comer sobras de pollo frito y a veces se rompe y arranca a llorar a mares. Ahí aprovecho para cristalizarlas. Siento que cuando como algo sazonado con las lágrimas de mi gatico, también estoy entrando en simbiosis con todo el amor y la resilencia que él me da y que me ayuda a sobrellevar estos días difíciles en los que no consigo kale en el mercado».

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