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Jóvenes emprendedores de la Corporación Universitaria John Van Stralem han diseñado un novedoso artefacto , que, mediante un sofisticado sensor térmico, mide la temperatura de las sillas de los buses urbanos (preferiblemente de tela) una vez estas han sido desocupadas, para indicarle así al pasajero si es pertinente sentarse o, por el contrario, debe esperar unos instantes más hasta que el puesto se enfríe.

«El dispositivo se activa de una manera muy sencilla» nos dice Miguel Cucalón, socio capitalista del proyecto: » una vez se desocupa la silla y usted quiere sentarse en ella, se procede a oprimir con las nalgas de manera constante, un botón de tamaño casi imperceptible (no mucho mayor que una tecla de El Programa del Millón, sí, el de Pacheco) situado en el respaldo de la silla; esto activa un termostato en la parte baja del asiento, el cual, al llegar a una temperatura por debajo de los 28 grados centígrados, emite un pitido indicando que ya es pertinente y saludable sentarse.»

Esta iniciativa surgió al ver el terror de los pasajeros a poner sus posaderas en una silla caliente.

«Es un temor bastante real,» continúa Cucalón «pues hemos sabido que por sentarse en sillas calientes,en especial las de tela arrugada, se han dado casos de inflamaciones agudas de escroto, ataques repentinos de cistitis en señoras, infecciones de faringe, y, lo más grave, ataques de pánico y crisis de angustia en personas que sufren de trastornos obsesivos y paranoides al no haber podido sacarse de la cabeza,durante todo el recorrido, la idea taladrante de que van sentados encima de un pedo ajeno.»

William Knight, ingeniero líder y pionero del proyecto afirma que esta invención les está abriendo muchas puertas, incluso el Profesor Cuero les ha dicho que no descarta asesorarlos con lo de la sacada de la patente.

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