Publicado el por en Bogotá, Miscelánea.

sencillito

Parecía un operativo de registro y control más en busca de establecimientos que incumplieran la norma que obliga a cerrar a las tres de la mañana. Todo iba dentro de la rutina hasta que un patrullero dio un paso en falso que hizo que su pie rompiera una tabla y cayera en una caleta de solo billetes de 1.000.  El hallazgo desconcertó a todos, desde el alcalde menor hasta Trosky, el carismático perro antidrogas que acompañaba la diligencia.

«Quedamos desubicados, nunca en mis 20 años de servicio había dado con algo así. ¿Billetes de 1.000? ¿En un bar?¿Escondidos?, muy raro», afirmó uno de los policías. Pero el desconcierto no duraría mucho. Mientras indagaban al propietario sobre las razones de tan excéntrico guardado, apareció la pieza que le faltaba al rompecabezas. De una puerta salió un hombre de unos 45 años en paños menores, ojos desorbitados que gritaba «dame más…dame máaas…quiero un muuutiiss». El individuo, en estado de evidente excitación sexual no exigía una visita guiada por el Jardín botánico. No. Se refería al billete de 200 que en la década del 80 circuló y que llevaba el rostro del sabio.

Ya en evidencia, al dueño no le quedó más remedio que confesar. El local, que en la fachada parecía un billar más, tras bambalinas ofrecía un extraño, pero a juzgar por la numerosa clientela, exitoso negocio: en piezas individuales, sensuales mujeres ofrecían servicio de masaje y relajación a taxistas mediante la frotación de billetes de baja denominación en su humanidad. Un servicio que se presta en la zona más gris de la ley. Aunque extraño y cercano a las parafilias, no hay norma que lo prohíba.

«Partamos de la base que la sexualidad es algo maravilloso, que nos realiza como seres humanos y como tal no debería ni avergonzarnos ni ser motivo de escándalo. Ocurre que cuando nos vamos a los excesos, lo que alguna vez nos gustó y nos enriqueció como personas juega en contra nuestra. En este caso del que me hablas ocurre eso,  a mi consultorio llegaron varios casos de taxistas a los que esta filia se les volvió patología y decidían acumular sencillo en sus casas a un nivel que dejaban de darle a la familia para el mercado, eso sí tampoco», aseguró la reconocida sexóloga Flavia Dos Santos a AP.

Un taxista con varios años de experiencia en las calles de la capital aseguró: «Yo fui un par de veces, no lo niego, pero me contuve. Es que vi a mucho compañero que quedó enganchado y se les fue como corriendo el champus, cómo le explico, les pasaba ya que veían a un pasajero sacar un billete de una billetera con mucho sencillo y de una vez se iban desarrollando, qué vergüenza, ¿no? a esos les tocaba cargar hasta con tres pantalones».

Al parecer, el servicio consistía en que la dama realizaba una serie de fricciones y caricias con numerosos  billetes de baja denominación, «de 1.000 o 2.000, nada más matapasión que uno de cinco», aseguró un cliente que, como es natural, pidió reserva de su nombre. Aunque a veces el servicio incluía aceite o chocolate estos rara vez eran utilizados, «con el sencillito bastaba y sobraba ggrrrmmmm», puntualizó otro usuario. A tal punto llegó la cosa, que varios de los clientes, como el sorprendido en acción, comenzaron a desarrollar extrañas fijaciones. «A muchos ya no les bastaban los gaitanes y los santanderes, no les hacían ni cosquillas, comenzaron entonces a pedir los billetes viejos de uno, cinco y diez pesos, ¿recuerda la ola de atracos a clubes de numismastica? Ate cabos, mijo», añadió un representante del bajo mundo.

Era sin duda un negocio muy rentable, pues era tal el estímulo que los conductores no tardaban más de dos minutos en llegar a la cresta del proceso de excitación y siempre con feliz desenlace. «Cómo será que al final ya ni la mujer importaba, podría haberlo hecho con una piyama térmica puesta y no lo habrían notado, lo de ellos era claramente el sencillo. Una se sentía que sobraba, utilizada», añadió una de las dependientas.

A raíz de este hallazgo, las autoridades recomiendan a los bogotanos tener listos los billetes con los que se va a pagar antes de abordar el taxi y, en caso de presenciar comportamientos extraños  a la hora de pagar, sacar inmediatamente un billete de alta denominación que enfríe el ímpetu del conductor.

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