Publicado el por en Bogotá, Farándula.

cocineria

Se llama «La cocinería» (algunos que no conocen París lo pronuncian la Cocineguí), está ubicado en la Zona T y funciona bajo el innovador concepto traído directamente desde Brooklyn de do it all yourself, and just pay (hágalo todo usted mismo, sólo páguenos).

«Mira: es muy fácil, la comida rápida innovó poniendo a los clientes a disponer de los residuos, luego llegaron las barras de ensaladas donde el comensal armaba él mismo su plato, pero lo nuestro va mucho más allá pues la gente -que tiene que ser gente linda- trae su propia comida -la única condición es que no tenga gluten, fo, guaca, atrás satanás-, se la prepara, se la sirve y luego lava los platos, es algo que va mucho más allá de comer, es toda una experiencia que nos reconcilia con nuestro cuerpo, que nos vuelve a conectar con nuestro núcleo, pues la cocinada y la lavada, además de la tragada, debe hacerse en grupos de por lo menos tres», explica Lola Urrutia, su administradora.

Pero los «privilegios» a los que tiene derecho la clientela van más allá. Además de las tareas ya mencionadas, el restaurante les permite pagar sus impuestos (los del negocio). «Mira, justo acaba de llegar Poncho Rentería del Supercade con los recibos del predial y del IVA de este trimestre, ahí viene dichoso porque sabe que está donde debe estar, haciendo lo que todos hacen y está de moda», añade Urrutia.

Al parecer, los «habitués» del lugar se pelean por asumir otras tareas, que para los mortales serían tan indecorosas como pagar impuestos: por ejemplo, lavar los baños. «Lolo Sudarsky se tiene pedidas todas las destapadas de inodoros de aquí al 2015, Jean Claude Bessudo viene todos los días feliz y radiante a lavar los baños. Eso sí, pide que le tomen una foto que ahí mismo mandamos a las principales revistas de farándula», explica su anfitriona quien recuerda cómo hace poco entre dos conocidas modelos taparon una gotera y cómo un carismático empresario y emprendedor ganó una subasta interna de un derecho a resanar una humedad.

«Funcionamos bajo el modelo low cost, high profit, que permite que nuestros costos sean realmente light: apenas mi sueldo, las mesas, el detector de oro golfi, fantasía fina y ropa hecha en Colombia que pusimos a la entrada y lo que se le paga al chino que va a consignar tres veces al día la plata de la caja, eso es lo único que no le dejamos hacer a nuestros clientes, a quienes preferimos llamar aliados. Ni siquiera pagamos gas o luz en la cocina, porque ahora todos traen su propio reverbero, si vieras el de Andrea Serna, es de florecitas fucsia, todo retro, una divinidad».

Actualidad Panamericana quiso vivir esta experiencia y constatar de primera mano las virtudes de este concepto que afianza a Bogotá entre las grandes urbes cosmopolita del planeta pero no pudo ingresar dada la kilométrica fila de personas que querían ingresar y a que nuestro código ético no nos permitió pagarle al emprendedor de turno que nos ofreció un lugar en los primeros puestos de la fila por apenas 150.000 pesos.

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