Publicado el por en Salud y bienestar, Tendencias.

En Actualidad Panamericana buscamos siempre historias humanas que conecten directamente con el corazón y el hígado de nuestros lectores tal y como lo ordenan las tendencias periodísticas de los tiempos que corren. Por eso le hemos abierto las puertas a Alejandra Pabón* para que comparta con nuestra audiencia el terrible viacrucis por el que atraviesa con el anhelo de que este ejercicio tenga a la larga un saldo terapéutico para ella y un aumento considerable en las visitas a nuestro sitio web.

«Los escoltas los tenía desde que fui viceministra en el gobierno Pastrana. Aunque por esa época tal vez sí estaba expuesta a cierto nivel de riesgo porque eran los días de las pescas milagrosas de Romaña y de las Farc a diez kilómetros de Bogotá, la verdad es que ooobviioooo nunca los necesité en serio en serio. Pero es que Papá siempre me dijo: yo todo lo que hago es para que usted algún día sea alguien en la vida, es decir, que pueda tener escoltas».

«Bueno, el caso, te cuento: un primo de la niñera de Samuel, mi hijo, me cobró 500.000 de la época por mandarme un par de sufragios con groserías que yo usé para pedir esquema de seguridad».

«Es que entonces como ahora sin escoltas en este país, seamos sinceros, no eres nadddddie. A ver: tú puedes tener cuentas en Panamá, a los chinos en el CNG, club, desayunar día de por medio en la Bagatelle, pero vas tú por la calle ¿y quién va a saber eso? ¿Entonces qué gracia? Para eso son los escoltas, para que vayas por ahí y la gente sepa quién eres tú, ahorrarte tener que andando preguntándole a cualquiera si sabe quién soy yo».

«Saber que te estás acostando y hay un pobre diablo afuera de tu edificio mojándose por ti produce el mismo efecto en ti. Mientras tuve escoltas jamás gasté en lubricantes».

«En los casi veinte años que tuve escoltas jamás pisé un supermercado. Tanto que ayer que tuve que ir a un Carulla me parecieron increíbles esas cajas por las que tú solo pasas el producto y ya. Yo me quedé en cuando tenían que marcar el código manualmente. ¿Te has puesto a pensar lo hot que podía llegar a ser decirle a un man al que le estás echando los perros que estás echada esperando que los escoltas te traigan el mercado?»

«La GCU (Gente como uno) no puede andar por ahí haciendo fila, mercado en el Éxito, peor, en un D1, parando en los semáforos en rojo porque o sino este país se nos llena de igualados y ahí sí se nos vuelve como Venezuela. No es un tema de privilegios o de abusos como algunos columnistas dicen: es que es la única manera de medio mantener esto andando».

«Mira: somos ADN colonial es decir: necesitamos gente de arriba y gentecita de abajo, ¿o sino quién va a pagar impuestos y llenar las cárceles?  Eso yo sé que hay muchos profesores y ñoños académicos de los que fueron profes míos en los Andes a los que les parece fatal y hasta razón medio tienen pero cagada, sorry, si nos ponemos a dárnolas de igualitarios con tanta gente tan regularzona esto se nos vuelve ahí sí el acabose. Ya suficiente tenemos con los Andes llena de gente que uno ni idea, casi todos de eso de ser pilo paga».

«Todavía recuerdo el día que recibí ese correo de mierda de la UNP diciéndome que el estudio de riesgo había dado menos 23 en una escala de uno a diez y que por eso a los ocho que me cuidaban los iban a reasignar dizque a cuidar lidercitos sociales en el Cauca. Primero fue un yeyo,luego el empute, luego llanto. Marica: lloré lo que no he llorado en mi puta vida. Ni cuando el contador hp ese le metió la tumbada a mi papá. Todavía se me quiebra la voz como ves y pues, qué te digo, me tocó empeparme».

«Es que ahora todo es un drama. Salvador, el menor, no entiende por qué paramos cada que vemos un adorno de navidad colgado en la calle. Él siempre creyó que esas luces eran eso».

«Pues qué. Hacer de tripas corazón y seguir. Eso me dice la sicóloga. Muy lentamente empiezo a ver lo bueno: descubrí que puedo hacer mercado y pasear al perro yo sola sin depender de alguien mas. Eso si, todavía no me atrevo a recoger el popó, pero por algo se empieza».

«Pero te confieso: un par de veces le he pedido a manes de Rappi que vengan: les doy vestiditos negros medio medio, de esos de Arturo Calle, gafas negras, los mando peluquear y les pago una buena plata para que salgan con nosotros y así sea por unas horas todo vuelva a ser como antes: le echen la Camioneta encima a ciclistas, se vuelen los semáforos, parqueen en frente de Harry Sasson a propósito para armar trancón en hora pico porque sí. Porque uno tiene billete, cuna y contactos y se lo puede enrostrar a la gente que tiene Rut y pasa cuentas de cobro y todas esas mañas de la clase media».

«Gracias por preocuparte: creo que saldré adelante. A ver, no estoy tan tan mal. Todavía no me he visto entrando a un parqueadero o declarando renta».

*Nombre cambiado por pedido de la fuente.

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